Agua - Tierra, cómo un símbolo universal arcaico, es representado en la mayoría de las culturas antiguas. Un símbolo en que la frontera entre ambos mundos (el negro y el blanco, la sequedad y la humedad, la dureza y la suavidad) es una espina dorsal simbólica que une y divide al mismo tiempo. Este ”umbral” sensible, transferido a la realidad, presenta en el lugar geográfico de la costa un proceso de respiración que, como en la superficie de nuestra piel, actúa entre el “exterior” del medio dinámico y universal, el mar (el mar: movimiento, flujo, paisaje infinito, sin referencias, abstracto....), y el “interior”, la tierra (la tierra: arraigo, solidez, memoria, paisaje próximo, con codificaciones,
figurativo....), un medio estático y “localizado”. Los “poros de respiración” de esta epidermis solían ser las ciudades, pero también las bahías o las peculiaridades naturales (valles, delta de los ríos, acantilados....). Ambos simbolizan el germen del contrario, el principio complementario. Los aspectos diferentes del otro están presentes calladamente en cada uno de los principios dominantes, realidad material o movimiento. Estos puntos, elementos o chispas, durante el flujo constante, osmótico y dorsal entre los dos ámbitos, hacen posible el cambio de un campo energético al otro.